Muchas son las veces en las que personas que se consideran con un derecho a recibir determinados bienes en una herencia alcanzan una situación de desesperación cuando comprueban que el causante no les ha tenido en cuenta como herederos o como legitimarios. Es entonces cuando estas personas emprenden una batalla legal contra esos herederos para intentar impugnar el testamento.
La impugnación del testamento no es en ningún caso una tarea fácil. Se trata de demostrar ante un juez que la persona que lo otorgó no estaba en pleno dominio de sus facultades a la hora de hacerlo y que por lo tanto el contenido del testamento no recoge, según éstos, la verdadera voluntad del causante. Como ya he adelantado al principio, no es tarea fácil por varios motivos entre ellos que la persona fallecida ya no está entre nosotros y no se puede hacer esa valoración personal por parte de un juez. Es entonces cuando se ha de recopilar y crear toda una serie de documentos que prueben que esto era así.
Los casos más comunes en los que la impugnación de un testamento podría prosperar son los supuestos de enfermedad mental grave (Alzheimer o similares), adicciones, ludopatías o trastornos de la personalidad. En todos estos supuestos se ha de probar que la patología ya existía antes de que el causante otorgara el testamento y que de una manera contundente pudo influir de manera negativa en la redacción del mismo. Todo el tendrá que ser respaldado por una prueba contundente y que no deje cabida a la duda.
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