Divorciarse después de verano
Nada más poético que divorciarse en otoño. La estación perfecta para entender que tu matrimonio se ha terminado, para que se te rompa el corazón mientras ves las hojas de los árboles marchitarse, sin que puedas hacer nada más que maravillarte de sus fantásticos colores. Sí, divorciarse en otoño tiene mucho de acto poético, de película minimalista japonesa y de canción romántica francesa. Hay momentos en la vida en que no queda más remedio que aceptar el final de un amor, de una historia. Así que en este momento, no me queda más que vivir este proceso, asumir el dolor, guardar luto (suerte que ya viene el invierno) para después renacer, abrirse a lo nuevo, a los colores alegres y vibrantes que traerá la primavera.
Dejando un poco de lado lo poético o lo no poético de divorciarse en otoño, creo que todos estamos de acuerdo que pasar por un divorcio es doloroso y agotador. Emocionalmente es devastador, afecta la economía, el desempeño laboral y hay que hacer un esfuerzo sobre humano para poder apoyar a los hijos, soportar las opiniones de los amigos y la familia; tener que lidiar con el que dirán, con las miradas compasivas y todos los chismes que se van inventando los vecinos, conocidos, familiares lejanos y compañeros de trabajo. Sí, divorciarse no es una cosa agradable, sobre todo cuando no tienes a tu mamá ni a las amigas de la infancia cerca, ni te puedes comer un antojo de tu tierra porque estás a miles de kilómetros de distancia.
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Campo & Cavia Abogados
Departamento de Divorcios